Si la panadera te contesta mal, si un coche te pita o si te empujan con el hombro en la calle, no significa que tengas cara de perro, conduzcas mal o que te quieran echar de la calle. Si todo esto te coincide un día, no te preocupes, el mundo no está conspirando contra ti!
Cada uno tiene un mundo interior inmenso, y tenemos que respetar eso. La panadera puede tener a su madre en el hospital, el conductor nervioso puede que haya recibido una llamada de la guardería diciendo que su hijo ha tenido un accidente, y puede que el que te ha dado un empujón esté andando sin rumbo por la calle porque lo acaban de despedir del trabajo.
No sirve de nada pensar que somos causa de las reacciones de los demás, es más, nos trae problemas. En realidad es demasiado osado pensar que nosotros somos la causa de las acciones de los demás. Puede que tengas un compañero que no te habla mucho, otro que hace comentarios impertinentes, una amiga que sólo te escribe whats apps y nunca te llama. No es que les caigas mal, sino que tendrán sus razones personales para ser así!
Parece una reflexión muy sencilla (o no) pero yo he tardado años en ser consciente de esto. Y de verdad, ¡qué gran alivio!
Ojo, eso no significa no ser responsable de nuestras propias acciones (ahora no vayamos provocando a los demás y les demos razones para respondernos mal!), sino que no debemos reaccionar en vano a los estímulos negativos que nos encontramos en las relaciones con nuestro entorno.
Si te lanzan un cañonazo, tú responde con un movimiento de cadera esquivándolo y sigue tu camino.