Soy una profunda enamorada de viajar por el mundo para descubrir nuevos países y nuevas culturas. Viajar me ha enseñado mucho más que los numerosos cursos que he hecho, una carrera universitaria y un máster. Y la culminación de experimentar y aprender durante un viaje es hacerlo sola, sin ningún acompañante conocido.
Empecé viajando sola por circunstancias varias en 2007 y hasta ahora lo he repetido en Marruecos, Bali, en India varias ocasiones y Filipinas.
Estos viajes en solitario los he ido combinando con viajes en compañía por diferentes lugares del mundo: Sri Lanka, Tailandia, Turquía, República Dominicana, varios viajes por Marruecos, Perú, entre otros destinos, y lo único que tienen en común es que he intentado evitar los viajes de agencia tradicional donde no hay ninguna sorpresa, en los cuales mezclarse con la gente del país es complicado y que el objetivo es ver un sitio detrás de otro.
Viajar es descubrir nuevas formas de vivir, nuevas formas de ver el mundo, conocer nuevos hábitos, tradiciones, lugares. Y todo lo que sea encorsetado impide conseguir estas maravillosas experiencias.
Pero el descubrimiento de encontrarse una misma ante el mundo, alejado de las personas de tu vida cotidiana, es impresionante, es enriquecedor, totalmente sorprendente. Es la mejor forma de entender qué es vivir el momento y encontrarse con una misma, conectar con quien eres y escuchar tu voz interior. Es el mejor ejemplo de lo que tanto se habla: “salir de la zona de confort”.
Sales tanto de la zona de confort que a la vuelta a la normalidad vuelves con las pilas recargadas y ¡con una batería adicional! Como empezar de nuevo, como renacer.
¿Viajar sola es sentir soledad?
Mi última experiencia de viaje sola ha sido durante dos meses por India otra vez y Filipinas, totalmente convencida de vivir mi propia aventura acompañada de mí misma.
Durante este viaje de dos meses, recibía literalmente estas preguntas:
Are you alone? Just one?
No entendían por qué estaba sola. Me preguntaban si tenía familia y marido, supongo que sorprendidos de que alguien que tenga seres queridos decida alejarse de ellos.
Me argumentaban que cuando viajas con alguien puedes comentar las cosas. Y cuando acababan toda su argumentación, yo les decía:
No estoy sola, estoy contigo ahora.
A pesar de viajar sola, ¡incluso he tenido momentos en los que necesitaba un poco de espacio! Viajando sola se abren muchas oportunidades para conocer a muchísima gente y, afortunadamente, me he cruzado con personas maravillosas. Todas ellas han aportado gran valor a mi viaje y a mi vida. Incluso las personas con las que compartí una mirada sentía que iban haciendo mi corazón más grande y más tierno.
Durante los desplazamientos de un viaje en solitario es cuando acostumbras a seguir tu propio ritmo y a separate de las personas que has conocido. Estos momentos se pueden convertir en días en los cuales no intimas con nadie porque cada uno sigue un rumbo distinto. Pero lo curioso es que ni en esos momentos sientes soledad.
Cuando viajas solo, por poco desarrollado turísticamente que sea el lugar, siempre hay alguien que está dispuesto a darte un servicio a cambio de algo de dinero o dispuesto a ayudarte sin querer nada a cambio. Conductores de motos, triciclos, coches, camareros, guías, vendedores ambulantes e incluso locales que hacen su vida y se cruzan con la tuya.
Todos ellos, tanto en Filipinas como en la India, están dispuestos a regalarte una sonrisa y comentar cualquier cosa.
A veces me pregunto si soy yo quien entrega primero la sonrisa o si es el otro el que lo hace y yo solo la devuelvo, pero la cuestión es que me da la sensación de que cuando viajo sola tengo todo el día la sonrisa pegada en la cara.
Durante uno de mis paseos conmigo misma por una playa preciosa, me iba encontrando a filipinos, algunos trabajando, otros disfrutando del día soleado, nos íbamos intercambiando sonrisas y algunas palabras, pero no tuve ninguna conversación durante varias horas. Pero de nuevo, en ningún momento sentí soledad. Estaba rodeada de belleza natural, tranquila y con algunas personas cerca a las que les podía preguntar lo que necesitara (como indicaciones prácticas típicas de viajeros).
¿Por qué me tendría que sentir sola? Estaba disfrutando del momento.
Estaba conmigo misma tan feliz en un lugar maravilloso. Conectando con ese “yo” o ese “alma” o esa “vocecita interior” o el nombre que quieras ponerle. Con eso que siempre está debajo de todo el ruido del día a día: el trabajo, los chismorreos, las series de televisión, las noticias, los vecinos…
Además, conoces a grandes personas por el camino que te dan lecciones de vida ahí mismo, en un momento, y tal vez sin darse cuenta. Y a veces incluso sientes una gran conexión, intimas enseguida y sabes que siempre las llevarás en el corazón.
¿Sabes qué es la soledad?
El sentimiento de soledad es totalmente subjetivo. Podrías estar junto a tu familia o tu pareja y tener ese sentimiento. A veces relacionamos soledad con personas mayores que viven solas o están en una residencia, pero si indagamos en nuestros corazones seguro que en algún momento hemos sentido soledad, y puede que nunca hayas viajado sola. ¡Porque la soledad es algo humano!
Pero lo más lamentable es que estamos en una sociedad que nos empuja hacia la soledad, hacia el individualismo, o hacia lo social en la distancia con las redes sociales, ¡qué paradoja!
Reconectar con los valores
Viajar también me ha enseñado a redescubrir los valores de la familia, de la comunidad y la solidaridad. Parece que como más desarrollado es el país menos se vive en comunidad y menos se ayuda al prójimo.
Sinceramente, cuando he viajado a países en vías de desarrollo me ha enriquecido tanto esta idea de una sociedad más unida ante la necesidad que no me ha inundado el corazón de lamentos por ver a gente con necesidades básicas no resueltas. Curiosamente todo lo contrario. Me ha llenado de esperanza de que podemos construir un mundo mejor.
Soledad no es estar solo. Es sentirse solo.
Estar acompañada de una naturaleza maravillosa y gente estupenda, es para mi viajar sola.
– ¿Viajas sola?
– No, yo estoy siempre acompañada.
¡Sonrisas para todas!
(Post original publicado en Vidas de Fantasía)