Estoy en Filipinas, en una isla que se llama Siargao, resguardada de las lluvias habituales que nos encontramos los turistas españoles si viajamos a Asia en verano. Una isla sin explotar, aún, donde puedes ver la vida de los filipinos sin estar totalmente volcada en el turismo, tranquila, feliz, y que está en perfecta armonía con la reducida cantidad de turistas. Son alucinantes las extensiones de palmeras, las playas con agua azul cristalina, la sonrisa de los locales, además de unas olas perfectas para practicar surf.
Hoy volvía de hacer surf, de paquete en la moto sin casco ni ningún tipo de protección, tal y como se estila en estos países. Sentía el viento cómo movía mi cabello y refrescaba mi cara. Podía deleitarme con esa escena mirando al suelo, a través de mi sombra. Veía pasar una palmera detrás de otra, y alguna casita de madera de vez en cuando. Al lado derecho de la moto estaban agarradas las tablas de surf. Un momento de claridad alucinante. Este sitio es genial. Poder disfrutar del mar y las olas y tener tiempo de relax. ¿Qué más se puede pedir?
También hay otras personas como yo, viajeras y que les gusta el surf, en un alojamiento encantador con unos gerentes con vidas fantásticas.
Sin cabeza no hay paraíso
Este sitio es perfecto. Pero no hay paraíso sin una cabecita preparada para ello.
Podemos hablar de cabeza, de mente o de pensamientos. Todos sabemos que incluso cuando todo va bien podemos encontrar algo que no nos acaba de gustar, que querríamos cambiar o que no nos acaba de satisfacer. Y cuando todo es tan fácil y no hay grandes preocupaciones, una tontería puede incluso llegar a ser una preocupación.
Está claro que echar de menos al novio, a la familia y a los amigos, así como la comida de la mama y la comodidad de tu cama después de haber dormido en tablas duras de madera durante semanas, no son tonterías cuando las vives, pero pueden impedir percibir el paraíso. Pero no pueden ser una barrera para percibir lo que tienes delante en ese preciso momento. Y mucho menos si es una isla paradisíaca… 🙂
Durante este viaje me estoy dando cuenta de que cualquier preocupación puede llegar a tener una repercusión parecida en nuestro estado de ánimo. Tanto puede ser que el jefe te haya echado una bronca, que temas por que te despidan como que hoy no has podido hacer surf. Es decir, que para sentirte bien no necesitas estar en el sitio ideal ni en la situación ideal.
Aquí he aprendido que siempre habrá algo que no nos guste, estemos donde estemos, y, aunque en ese momento puede parecer algo importante, la clave es saber relativizar.
Durante unos días, estando en esta isla paradisíaca, he tenido la mente dispersa en mini-preocupaciones, que a pesar de ser minis me impedían disfrutar al 100% del paraíso. Por suerte, durante ese pequeño trayecto en moto he despertado de esta dispersión mental y me he dado cuenta de lo maravilloso que es este lugar y de lo simple que es vivir en paz.
Es muy fácil caer en la trampa mental de los pensamientos negativos, pero hoy he conseguido frenarlo para disfrutar de estos días maravillosos de buena compañía, surf a diario y la calma isleña.
¿Qué te gustaría tener en el paraíso?
Cuando te planteas el significado de la vida, te das cuenta que la mayoría de las cosas que habitualmente nos preocupan e incluso nos impiden dormir, NO SON IMPORTANTES. ¡Nos tomamos las cosas demasiado en serio!
Viendo la vida relajada de los isleños, me doy cuenta de cuánto nos hemos complicado la vida. Queremos muchos lujos y comodidades y trabajamos duro para conseguirlo. A cambio, tenemos que hacer muchos esfuerzos para saber qué es la felicidad y muchos más para alcanzarla.
En esta isla de Filipinas están provistos por la naturaleza y, siendo muy simplista, tienen lo que necesitan: cocos y pescado para comer, unas cabañitas de madera para dormir y toda la familia y amigos para disfrutar. ¿Por qué buscamos tantas cosas superficiales en la vida urbana?
Crea tu paraíso
Por mucho que consigas estar en ese paraíso ideal que te imaginas, si no estás preparada para ello, puede que no seas capaz de disfrutarlo. Así que estés donde estés, disfruta del momento, céntrate en las cosas que te gustan y relativiza las que no. Si consigues disfrutar en tu día a día, incluso en el trabajo, por ejemplo, seguro que te será mucho más fácil disfrutar al 100% de esos días de vacaciones que tanto esperamos durante todo el año.
Es más, si aprendes a disfrutar de cada momento, puede que te des cuenta que ahí donde estás, puedes sentir qué es el paraíso. O que tal vez, ya estés viviendo en TU paraíso…
¡A disfrutar