Tener sueños y querer conseguirlos te da un valor añadido a tu vida, tal vez sea incluso tu propósito de vida, pero cuando este sueño es algo que tienes que luchar para conseguir, al final acabas creando una guerra. La peor de todas, la guerra interna contra ti misma y contra tu vida.
Podríamos decir que nos cegamos tanto en conseguir algo que nos olvidamos de los más importante, de vivir.
¿Y qué es vivir? Pues lo más básico que se te puede venir a la cabeza: levantarse y ver salir el sol, desayunar algo delicioso, descansar, ir a trabajar y ver a tus compañeros, hablar con ellos, deleitarse con comida, compartir momentos con tu familia y amigos, conocer a nuevas personas o lugares, y finalmente, y tal vez lo más importante, estar en paz contigo misma. Así de sencillo. Cada una podrá añadir alguna cosa más, pero la base es la misma. Podríamos añadir actividades que a cada una nos gustan más, yo añadiría yoga y viajar, pero todo es más sencillo de lo que nos parece. Estamos aquí para vivir, y para sentir amor en cualquiera de las formas posibles. Y lo importante es descubrir tu fórmula.
Estamos en una sociedad de consumo en la que siempre debemos tener un deseo insatisfecho para satisfacerlo con algún producto o servicio, y así siempre mantener el sistema de producción activo. Esto influye en una persistente insatisfacción que yo muchas veces he sentido y no he podido satisfacer. Hasta que me di cuenta que nunca se puede satisfacer si no te das cuenta que no hay nada que satisfacer.
La aceptación es el único camino
Querer conseguir algún sueño o mejorar en algún aspecto de la vida es fantástico. Pero si el hecho de tener un objetivo muy marcado nos crea malestar interior, esa es la señal del inicio de tu guerra interior.
Ya hablé de tener un objetivo, y que el guía debe ser nuestro corazón. Si realmente escuchamos a nuestro corazón nunca haremos nada que desestabilice nuestro ser más profundo. Eso no significa que no hagamos cosas que nos puedan incomodar y salir de la zona de confort. Por ejemplo, aunque no se note, me pongo muy nerviosa antes de hablar en público, me tiembla todo y el corazón se pone a mil. Pero esos nervios no me impiden hacerlo, es más, me encanta hablar en público. Viajar sola a un país lejano con una cultura totalmente diferente, me aterra. Me pone nerviosa, pero me maravilla hacerlo. Otros ejemplos mucho más diferentes: ¿te ha pasado alguna vez, estando enferma, muy mala, que en cierta manera no sientes ese dolor? Eso pasa porque no te has identificado con ese dolor y la mente no está analizando esa situación.
La mente es lo único que debes controlar
Mantener a raya tu mente debería ser uno de tus principales objetivos. La mente es muy útil para determinadas acciones. Sin ellas no podríamos calcular el cambio que nos han dado en la tienda, o no podríamos pensar en la ruta que debemos hacer para llegar a algún sitio. Pero eso de tener la mente todo el día encendida comentando, juzgando, criticando y quejándose de todo es la gran tortura. Es la que analiza todas las situaciones y las clasifica en buenas o malas.
Esa mente, cuando está dominada por el ego, es la que constantemente te va recordando que aún no has conseguido tu objetivo. Que aún no has conseguido tu sueño. Y eso le fastidia mucho al ego. Mucho. Y así se aviva el fuego de la guerra interior. ¿Qué pasa cuando hay guerra interior? Caos total. Ira. Discusiones. Enfermedad.
No olvides tener sueños
Sí, es muy bonito tener un sueño. Y creo que nos da esa luz en la mirada que resplandece desde lejos, pero no podemos permitir que ese sueño sea la obsesión de nuestra mente que nos apaga la preciosa luz de tener un sueño.
Sería un contradicción, ¿no crees?
(post original publicado en Vidas de Fantasía)