Entre los árboles verdes y frondosos, olor de frescura matutina, el canto de los pajaritos y los rayos de sol colándose entre las hojas, descubres un fruto rojo intenso que te llama la atención. Es el fruto más delicioso que has visto, seguro que está maduro, dulce y sabroso. El resto de árboles se difuminan en tu visión, el único sonido que oyes es tu voz diciendo: para mí! Te acercas al árbol con la vista centrada en el rojo intenso, y cuando tienes delante el fruto te das cuenta que está más alto de lo que te pensabas. Tendrás que apañártelas para llegar a él. ¿O te pensabas que un fruto tan sabroso estaría allí tan accesible, esperándote?
Tienes mucho ingenio y al final encuentras la forma de llegar a él. ¡El rojo es aún más brillante de cerca! Lo apoyas en la palma de tu mano, aún colgado del árbol, lo giras un poco y ves que en la parte que quedaba oculta no está tan madura como parecía, unos tonos entre verdes y anaranjados demuestran que el fruto aún no está listo pero como le queda muy poco lo arrancas y lo sujetas con fuerza en la mano. ¡Ya es tuyo!
Tienes el fruto que seguro que tendrá el rojo más intenso de todos y será el más dulce que has probado. Está en proceso y tú lo sabes. Decides mantenerlo contigo, bien agarrado hasta que sea suficiente maduro, pero.. y si ya está maduro y sólo es la apariencia? Pruébalo, y lo sabrás. Mmmmm… está muy ácido! No pasa nada, madurará.
Mientras esperas que transcurra el proceso, lo mantienes fuerte con la mano, no sea que se te escape intentando hacer otras cosas con la otra. ¿Y ahora? Puede que ya esté maduro, vuelves a probar. Aiiii, ¡aún está ácido! El color de la parte mordida empieza a enrarecer, pero es normal, claro. Agárralo, que lo bueno está por venir. Decides no volver a probar el fruto hasta que tengas la convicción de que está maduro.
Mantienes agarrando el fruto con fuerza, y aunque en algún punto de la mano empieza a chorrear liquidillo, esperas un poquito más, seguro que en breve tendrá buen sabor.
Sigues haciendo cosas con la otra mano, la vida sigue, ¿no? De repente, te das cuenta que has apretado tanto que el fruto ha quedado totalmente estrujado. En tu último intento por saborear un dulce de los dioses, te lo pones en la boca y se te remueve todo el estómago. ¡Noooooooooooo! Tiene un sabor entre rancio, ácido y pasado insoportable. Te has quedado sin fruto!!!! Bueno, hay otros árboles, puedes coger otro fruto.
Te lavas las manos, levantas la cabeza para buscar otro fruto y… se pasó la temporada. Han caído las hojas y por supuesto ya no queda ningún fruto.