Ayer hablando con una amiga me salió del alma decir: ostras, siempre tenemos que decidir cosas en esta vida!!! Mi amiga, después de mi obvio comentario se rió por debajo de la nariz pensando: vaya descubrimiento Ivette, bienvenida al mundo.
Diariamente tomamos decisiones, algunas más trascendentes que otras, pero todas afectan a la evolución de nuestra vida. Si estamos bajo un estado de estrés las decisiones que tomamos nunca pueden ser las correctas, porque el estrés nos aleja de nuestro interior, de lo que realmente necesitamos y queremos. Bajo estrés es imposible que nos dejemos fluir para sentir esas cosas tan maravillosas que nos ofrece la vida. El gran deseo que estás buscando está a punto de cruzarse contigo pero estás tan estresado que pasas corriendo pensando en lo que no has podido hacer y lo que aún te queda por hacer.
Cuando uno está conectado con si mismo, con su verdad, con su Yo, sabe lo que quiere y por tanto cuando debe decidir lo tiene claro, algo de dentro le da la respuesta. Vemos la vida con claridad y estamos en un estado de paz con nosotros mismos. Cuando estamos perdidos, estresados, descentrados, cada toma de decisión es un suplicio. En estos casos usamos exclusivamente la razón (no conectada con el interior) que hace una lista interminable de pros y contras, y que aunque se decante por una decisión u otra, en el fondo la resolución no nos acaba de satisfacer.
¿Y qué hace nuestro cerebro?
En términos del funcionamiento del cerebro, la toma de decisiones la realiza el inconsciente, conectado con nuestra verdad, y es el razonamiento que milésimas de segundo después acaba de justificar esa decisión con argumentos racionales.
Para que nos entendamos, aquí un ejemplo
Imagínate que nuestro interior, nuestro yo al que tenemos que conectarnos, porque nos muestra nuestra verdad, es el corazón de una alcachofa. Sí, una alcachofa. Todos sabemos que la alcachofa tiene un corazón muy tierno y unas hojas duras y hasta punzantes. Pues imagínate que bajo un estado de estrés y confusión tu alcachofa está en un campo rodeado de muchas zarzas. Cada vez que tienes que tomar una decisión y conectarte con el corazón de la alcachofa, (recuerda la última vez que pelaste una), tienes que ir a recogerla en ese campo enzarzado. Tus brazos y tus piernas quedan arañados en cada movimiento que haces para acercarte a la alcachofa. Cuando consigues llegar, tienes que meter la mano en unas zarzas aún más espesas. Es en ese momento cuando el tiempo te ha pillado, tienes que decidir ya. Había tantas zarzas que has tardado más de lo que pensabas y te quedan segundos para tomar la decisión. Finalmente, como no has conseguido llegar al corazón de la alcachofa, la razón escoge la decisión que cree que es mejor, tal vez según los estándares de la sociedad (que en el mundo en el que vivimos muchas veces no nos favorecen como personas).
¿Y entonces qué pasa? Puede que lo que la razón haya escogido no sea lo que realmente queríamos.
La calma interior combate silenciosamente el estrés
Gracias a mi último viaje a la India, del que volví a mediados de enero, experimenté el bienestar de la calma interior y la gran diferencia con el estado habitual de estrés en el cual la mayoría vivimos aunque no nos demos cuenta. Incluso semanas después estaba en un estado de claridad mental e interior muy sorprendente. Pero ahora me he dado cuenta que es muy fácil volver a los hábitos anteriores, incluso los mentales, y dejarnos arrastrar por este ritmo frenético que nos rodea.
¿Antídoto?
Primero reconocer cuál es nuestro estado de paz interior y cuál el de estrés. Y luego cada uno debe saber cómo conseguir y mantener esa calma interior que nos facilita una toma de decisiones adecuada. ¿Qué te hace sentir bien? ¿Qué te hace estresar y agobiarte?
Conócete y crea la mejor versión de ti mismo.